Vania Itzumi Catalán Pérez representa las corrientes más recientes de la arquitectura contemporánea mexicana, donde la innovación se entrelaza con la responsabilidad social para enfrentar uno de los desafíos más persistentes de la Ciudad de México: la amenaza sísmica. Como arquitecta egresada de la prestigiosa Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), su trayectoria se ha forjado en la intersección entre el diseño estratégico, la gestión de riesgos y la innovación social, respondiendo a eventos reales como los sismos de 2017 que marcaron su vocación.
Vania Itzumi (segunda por la izquierda) con sus profesores y sinodales tras el examen de grado en la sede del Cupreder / Imagen: Cupreder
Formación académica
Su formación académica es robusta y multidisciplinaria. Inició con la licenciatura en Arquitectura en la UNAM, donde realizó su servicio social en el Instituto de Ingeniería (IIUNAM), colaborando con expertos como Miguel Ángel Jaimes Téllez en el área de Ingeniería Estructural. Esta experiencia la llevó a explorar el comportamiento de viviendas multifamiliares afectadas por sismos previos, culminando en su tesis de licenciatura que vinculaba arquitectura con ingeniería estructural.
Posteriormente, obtuvo una Maestría en Diseño Estratégico e Innovación en la Universidad Iberoamericana de Puebla, donde desarrolló una estrategia innovadora para mitigar la apatía social en la gestión de riesgos sísmicos, enfocada en viviendas multifamiliares. Esta maestría enfatizó proyectos de innovación social para mejorar condiciones humanas, alineándose perfectamente con su investigación.
Complementando su maestría, Catalán Pérez se graduó de la Especialidad en Gestión del Riesgo y Manejo de Desastres en el Centro Universitario para la Prevención de Desastres Regionales (Cupreder) del Instituto de Ciencias de la Universidad Autónoma de Puebla (ICUAP-BUAP). Su tesina, titulada "Propuesta para el fortalecimiento de las capacidades de los actores corresponsables en la gestión del riesgo sísmico de la vivienda colectiva en la Alcaldía Benito Juárez de la Ciudad de México", aborda la vulnerabilidad en tipologías de vivienda colectiva, proponiendo medidas preventivas que involucran a habitantes, autoridades y expertos. Esta tesina resalta la necesidad de protocolos sísmicos claros, inspirados en modelos internacionales como los de Japón o Nueva Zelanda, y critica la "cultura desafiante" que minimiza riesgos en México.
Trayectoria profesional
En el ámbito profesional, Catalán Pérez ha colaborado en el IIUNAM, donde trabajó tanto en el área de Ingeniería Estructural como en Ingeniería Sismológica bajo la tutela de Eduardo Reinoso Angulo. Su investigación integral no solo analiza daños estructurales, sino también impactos humanos y sociales, como la pérdida de habitabilidad, que afecta derechos básicos como la salud y el trabajo.
Reconocimientos y publicaciones
Sus logros incluyen el Reconocimiento Nacional 35 de 35 en la categoría de acción social, otorgado por la Federación de Colegios de Arquitectos de la República Mexicana (FCARM) en 2021, por su proyecto "Vulnerabilidad de la vivienda multifamiliar frente a daños por sismo". Este galardón destaca su contribución a la sociedad mediante investigación que previene pérdidas humanas y materiales.
En 2020, recibió el Premio Nacional de Servicio Social otorgado por la Comisión Interuniversitaria de Servicio Social en la categoría de estudiante individual, reconociendo su labor en el Instituto de Ingeniería de la UNAM.
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Además, ha publicado trabajos como "¿Cómo se comportaron los multifamiliares que tenían daño previo después del sismo del 19 de septiembre de 2017?", en la revista Academia XXII (2020). Este artículo presenta las diferencias entre los sismos de 1985 y 2017 y analiza cómo cada uno afectó a diferentes tipos de estructuras, explicando por qué los edificios de vivienda de cuatro a diez niveles fueron particularmente vulnerables en el sismo de 2017. Otro de sus textos divulgativos sobre el tema puede leerse aquí.
Enfoque y contribución
En un contexto donde los sismos no son predecibles, pero sí inevitables en México, su trabajo enfatiza la colectividad: unir esfuerzos entre gobierno, ciudadanía y expertos para reducir vulnerabilidades. Ha estudiado suelos lacustres de la Ciudad de México, que amplifican ondas sísmicas, y aboga por mantenimientos regulares y prohibiciones de modificaciones estructurales sin supervisión de expertos. Sus recomendaciones, presentadas a autoridades capitalinas, incluyen informes para disminuir riesgos en viviendas multifamiliares, promoviendo una sociedad más resiliente.
La tesina de Vania Itzumi Catalán Pérez
La Ciudad de México, marcada por los devastadores sismos de 1985 y 2017, enfrenta una vulnerabilidad estructural y social que la Mtra. Vania Itzumi Catalán Pérez, egresada de la Especialidad en Gestión del Riesgo y Manejo de Desastres de la BUAP, aborda con urgencia en su tesina. Su trabajo, titulado "Propuesta para el Fortalecimiento de las Capacidades de los Actores Corresponsables en la Gestión del Riesgo Sísmico de la Vivienda Colectiva en la Alcaldía Benito Juárez de la Ciudad de México", se centra en una de las demarcaciones más densas de la capital: la Alcaldía Benito Juárez.
En esta alcaldía, donde el 75.6% de sus habitantes reside en departamentos de vivienda colectiva, el riesgo sísmico es el fenómeno perturbador prioritario. Además, la zona es la primera en porcentaje de emigración a causa de desastres asociados a fenómenos naturales. Catalán Pérez reconoce que la gestión del riesgo sísmico ha estado históricamente enfocada en la emergencia y la recuperación, dejando rezagada la etapa fundamental de la prevención y la identificación de riesgos.
El riesgo oculto: Más allá del daño físico
La investigación utiliza el Modelo Iceberg para ilustrar que el riesgo no es solo lo "visible" (los daños físicos), sino una manifestación superficial de problemas sistémicos e "invisibles".
En la superficie, la vulnerabilidad se observa en las irregularidades arquitectónico-estructurales que influyeron en el daño severo de inmuebles durante el sismo de 2017. Entre estas "patologías" estructurales se encuentran la planta baja débil (donde la rigidez del primer piso es mucho menor) y la localización en esquina (propensa a la torsión). Un análisis de los edificios de la Alcaldía Benito Juárez construidos antes de 1985 con estas características arrojó que 5,040 registros cumplen con ambas condiciones físicas, lo que subraya la urgencia de la intervención.
Edificio derrumbado en la Ciudad de México tras el sismo del 2017: cuando el daño invisible se torna fatal / Imagen: cortesía de Cultura Sinaloa
Debajo de esta vulnerabilidad física, el modelo Iceberg revela una problemática intangible: la falta de participación ciudadana, el desconocimiento generalizado sobre las responsabilidades de los actores corresponsables, la desorganización vecinal, y la realización de alteraciones estructurales no autorizadas. La vulnerabilidad también se relaciona con factores emocionales como el miedo y la ira, que influyen en la toma de decisiones colectivas.
La innovación nace de la comunidad
Para abordar esta complejidad, la propuesta de la tesina es el proyecto RESISTENTE, una iniciativa de innovación social desarrollada bajo la metodología del Design Thinking, que pone al usuario final —el habitante— como centro de todas las acciones.
Vania Itzumi Catalán Pérez durante la presentación de su tesis en la sede del Cupreder / Imagen: Cupreder
RESISTENTE se materializa como una plataforma digital diseñada para ser un enlace entre el conocimiento técnico y la realidad del habitar colectivo. Su principal objetivo es fortalecer las capacidades de los actores corresponsables (habitantes, administradores, autoridades, academia y sector privado) mediante un proceso compartido de gestión del riesgo sísmico. El proyecto ofrece un acompañamiento integral en tres áreas esenciales:
- 1. Asesoría técnica.
- 2. Asesoría legal (incluyendo la seguridad jurídica de la vivienda).
- 3. Asesoría emocional.
La estrategia de gestión de RESISTENTE se articula en seis acciones clave, conocidas como las 6C: concientizar, colectivizar, capacitar, corregir, co-crear y certificar a la comunidad como socialmente responsable frente al riesgo sísmico.
Los pilotos: vulnerabilidad normalizada y dependencia institucional
El trabajo en sitio implicó realizar pilotos de concientización y diagnóstico participativo en unidades habitacionales vulnerables, como el Edificio CUPA, la Unidad Habitacional 8 de Agosto, y el Edificio Rumania. Estos ejercicios permitieron que los vecinos identificaran riesgos cotidianos y trasladaran los conceptos teóricos al espacio físico real.
En estos pilotos, se observó que la población a menudo normaliza daños como grietas, hundimientos parciales, o modificaciones estructurales no supervisadas (como la eliminación de muros o sobrecargas) debido a la falta de recursos, el miedo al desalojo o la necesidad de mejorar su vivienda.
Un hallazgo social determinante fue la fuerte dependencia institucional. Los habitantes tienen la expectativa de que el gobierno debe asumir las tareas de mantenimiento estructural, ofrecer dictámenes técnicos gratuitos y financiar el reforzamiento de las viviendas privadas. Aunque esta demanda es legítima, obstaculiza la construcción de la corresponsabilidad activa que la gestión integral del riesgo requiere.
A pesar de que el riesgo sísmico no forma parte de las prioridades cotidianas de muchas familias, se constató que la gente sí está dispuesta a actuar cuando la información es clara, útil y realista.
El obstáculo institucional y la resiliencia compartida
Buscando canalizar recursos públicos y validar la propuesta desde el territorio, el proyecto RESISTENTE se postuló al Presupuesto Participativo (PP) 2025 de la Alcaldía Benito Juárez, un mecanismo que fomenta la corresponsabilidad ciudadana.
Sinodales, profesores y colaboradores de la especialidad durante la presentación y discusión de la tesis / Imagen: Cupreder
A pesar de que la propuesta cumplía con los lineamientos técnicos y jurídicos, fue dictaminada como "no viable" por el Órgano Dictaminador de la Alcaldía. Este rechazo, impugnado por la promovente, ilustra las tensiones en los mecanismos de democracia directa: mientras el PP busca fortalecer la voz vecinal, las propuestas innovadoras que combinan enfoques digitales, sociales y de cogestión enfrentan una resistencia institucional que limita su ejecución.
La tesina concluye que el fortalecimiento de la seguridad sísmica debe ser una tarea compartida que articule al gobierno, la academia, el sector privado y, primordialmente, a la ciudadanía organizada. Transformar la cultura del riesgo implica no solo resistir al sismo, sino organizarse, informarse y actuar colectivamente frente a la desigualdad social y la desorganización, haciendo del cuidado de la vivienda y la comunidad un acto de prevención cotidiana.